Que las persona puedan aprender acercas de
las doctrinas fundamentales de la iglesia



Dios El Espíritu Santo: Su advenimiento

La venida del Espíritu al mundo en el día de Pentecostés debe verse en relación a su obra en dispensaciones previas. En el Antiguo Testamento el Espíritu Santo estaba en el mundo como el Dios omnipresente; sin embargo, se dice que El vino al mundo en el día de Pentecostés. Durante la edad presente se dice que El permanece en el mundo, pero que partirá fuera del mundo en el mismo sentido como vino en el día de Pentecostés- cuando ocurra el arrebatamiento de la iglesia. Con el propósito de entender esta verdad del Espíritu Santo, deben ser considerados varios aspectos de la relación del Espíritu con el mundo.
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Dios El Espíritu Santo: Su personalidad

A. La importancia de su personalidad

En la enseñanza de las verdades fundamentales relativas al Espíritu Santo debería hacerse un énfasis especial sobre el hecho de su personalidad. Esto es porque el Espíritu no habla ahora de sí mismo; más bien, El habla lo que El oye (Jn. 16:13; Hch. 13:2), y El dice que ha venido al mundo para glorificar a Cristo (Jn. 16:14). En contraste a esto, la Escritura representa a ambos, el Padre y el Hijo, como hablando de sí mismos; y esto, no sólo con autoridad final y por medio del uso del pronombre personal Yo, sino que también presentándoles como en una inmediata comunión, cooperación, conversión, el uno con el otro. Todo esto tiende a hacer menos real la personalidad del Espíritu Santo, quien no habla desde sí o de sí. Como consecuencia, en la historia de la iglesia, la personalidad del Espíritu fue descuidada por algunos siglos; sólo cuando la doctrina del Padre y del Hijo fue definida, como sucedió en el Credo de Nicea (325 d.C.), el Espíritu fue reconocido como una personalidad en los credos de la iglesia.
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Dios el Hijo: Su regreso con sus santos

Puesto que el tema de este capítulo se confunde tan comúnmente con la venida de Cristo por sus santos, es importante que los dos acontecimientos sean estudiados juntos con el propósito de que puedan ser vistos los contrastes que aparecen en casi cada punto.
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Dios el Hijo: Su regreso por sus santos

A. Profecía que aun no se ha cumplido
La doctrina seleccionada para su desarrollo en este capítulo es uno de los temas más importantes de la profecía que todavía no se ha cumplido. El estudiante no debe olvidar que la profecía es la historia escrita de antemano por el Señor, y que ella es, por lo tanto, tan digna de ser creída como lo son otras partes de las Escrituras. Casi una cuarta parte de la Biblia estaba en forma de profecía cuando las sagradas páginas fueron escritas. Mucho de la profecía bíblica se ha cumplido ya, y en cada caso el cumplimiento ha sido la más literal realización de todo lo que se había profetizado. Tal como fue anunciado muchos siglos antes del advenimiento de Cristo, El vino en su humanidad como un hijo de Abraham, descendió de la tribu de Judá y de la casa de David y nació de una virgen en Belén. De igual manera, los detalles explícitos concernientes a su muerte, revelados en el Salmo 22, unos mil años antes de la venida de El al mundo, se cumplieron con admirable precisión.
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Dios el Hijo: Su ascención y sacerdocio

A. El hecho de la ascensión de Cristo

Puesto que la resurrección de Cristo es la primera en una serie de exaltaciones de Cristo, su ascensión a los cielos puede ser considerada como el segundo paso importante. Esto está registrado en Marcos 16:19; Lucas 24:50-51 y Hechos 1:9-11.
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Dios el Hijo: Su resurrección

A. La resurrección en el antiguo testamento

La doctrina de la resurrección de todos los hombres, así como la resurrección de Cristo, se enseña en el Antiguo Testamento. La doctrina aparece tan tempranamente como en el tiempo de Job, probablemente un contemporaneo de Abraham, y se expresa en su declaración de fe en Job 19:25-27: «Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí.» Aquí Job afirma no solamente su propia resurrección personal, sino la verdad de que su Redentor ya vive y más tarde estará sobre la tierra. Que todos los hombres serán al fin resucitados se enseña en Juan 5:28-29 y en Apocalipsis 20:4-6, 12-13.
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Dios el Hijo: Su muerte vicaria

En la Escritura se revela la muerte de Cristo como un sacrificio por los pecados de todo el mundo. De acuerdo a ello, Juan el Bautista presentó a Jesús con las palabras: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn. 1: 29). Jesús, en su muerte, fue el sustituto muriendo en el lugar de todos los hombres. Aunque «sustituto» no es específicamente un término bíblico, la idea de que Cristo es el sustituto para los pecadores se afirma constantemente en las Escrituras. Por medio de la muerte vicaria los juicios justos e inconmensurables de Dios contra el pecador fueron llevados por Cristo. El resultado de esta sustitución es en sí mismo tan simple y definitivo como la misma transacción. El Salvador ya ha cargado con los judíos divinos contra el pecador a total satisfacción de Dios. Para recibir la salvación que Dios ofrece, se les pide a los hombres que crean estas buenas nuevas, reconociendo que Cristo murió por sus pecados y por este medio reclamar a Jesucristo como su Salvador personal.
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Dios el Hijo: Su encarnación

Al considerar la encarnación deben de admitirse dos verdades importantes: 1) Cristo fue al mismo tiempo, y en un sentido absoluto, verdadero Dios y verdadero hombre; y 2) al hacerse Él carne, aun que dejó a un lado su Gloria, en ningún sentido dejó a un lado su deidad. En su encarnación Él retuvo cada atributo esencial de su deidad. Su total deidad y completa humanidad son esenciales para su obra en la cruz. Si Él no hubiera sido hombre, no podría haber muerto; si Él no hubiera sido Dios, su muerte no hubiera tenido tan infinito valor.
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Dios el Hijo: Su preexistencia

Siendo al mismo tiempo perfectamente humano y perfectamente divino, el Señor Jesucristo es semejante y a la vez distinto a los hijos de los hombres. Las Escrituras son muy claras respecto a la semejanza de Él con los humanos (Jn. 1:14; 1 Ti. 3:16; He. 2:14-17), y lo presentan como a un hombre que nació, vivió, sufrió y murió entre los hombres. Pero de igual manera la Biblia enseña que Él es diferente a nosotros, no solamente en el carácter impecable de su vida terrenal, en su muerte vicaria y en su gloriosa resurrección y ascensión, sino también en el hecho maravilloso de su preexistencia eterna.
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La Trinidad de Dios

A. EL CREER EN LA EXISTENCIA DE DIOS

La creencia de que existe un ser divino mucho más grande que el hombre, ha sido común en todas las culturas y civilizaciones. Esto se debe, en parte, al hecho de que el hombre razona que tiene que existir una explicación para nuestro mundo y para la experiencia humana y que sólo un ser superior al hombre serviría para poder explicarlo. El hombre, intuitivamente, por su propia naturaleza religiosa, propende a buscar un ser que de algún modo es mucho más alto y superior a él. Esto también puede ser explicado, en parte, por la obra del Espíritu Santo en el mundo y que se extiende a toda criatura, una obra que se designa en Teología como gracia común, en contraste con la obra especial del Espíritu relacionada con la salvación del hombre. El moderno fenómeno de muchos que afirman ser ateos surge de la perversión de la mente humana y la negación de que es posible cualquier explicación racional del universo. De acuerdo con esto, la Biblia declara que un ateo es un loco estúpido (Sal. 14:1).
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La Biblia como revelación divina

A. FORMAS DE LA REVELACION DIVINA

La Biblia tiene como objetivo y propósito el ser la revelación del ser, las obras y el programa de Dios. Que un Dios infinito buscase el revelarse a sí mismo a sus criaturas, es razonable y esencial para el cumplimiento de los propósitos de Dios en la creación. Es, por otra parte, natural que los seres racionales intenten saber algo respecto al Creador que les ha dado vida. Si el hombre es el más alto orden de las criaturas, que tiene la capacidad de reconocer y tener una intima comunión con el Creador, es, por tanto, también razonable esperar que el Creador se comunicase con sus criaturas, revelándoles su propósito y su voluntad. Hay tres vías de máxima importancia y que han sido utilizadas por Dios para revelarse a sí mismo.
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La Biblia: Su tema y propósito

A. JESUCRISTO COMO TEMA.

Nuestro Señor Jesucristo es el supremo tema de la Biblia. Leyendo la Escritura, sin embargo, las perfecciones de Cristo en Su Persona y Su obra se hallan presentadas en diversos aspectos.
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La Biblia: Inspirada por Dios

La Biblia es el único libro escrito por inspiración de Dios, en el sentido de que Dios ha guiado personalmente a sus escritores. La inspiración de la Biblia se define como una enseñanza que Dios ha impartido directamente a sus autores y que, sin destruir ni anular su propia individualidad, su estilo literario o intereses personales, Dios ha transmitido en la misma Su completo e íntimo pensamiento, y así ha quedado registrado por sus autores humanos. Al formar las Escrituras, es cierto que Dios empleó a escritores humanos; pero esos hombres, aunque no pudieran haber comprendido todo lo que estaban escribiendo, sin embargo, bajo la guía de Dios y su mano directriz, produjeron los 66 libros que forman la Biblia, en la cual se halla una fascinante continuidad y una constante evidencia de la obra del Espíritu Santo dirigiendo sus plumas.
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La Biblia : La Palabra de Dios

Incluso para un lector ocasional de la Biblia, pronto se pone de manifiesto que está leyendo un libro fuera de lo usual. Aunque cubre miles de años de la historia humana y está escrita por más de cuarenta escritores humanos, la Biblia no es una simple colección de escritos, sino todo un Libro que posee una fascinante continuidad. Se le llama «La Biblia», de la palabra griega biblos, que significa «Un libro». Su extraordinaria característica es debida al hecho de que es ciertamente la Palabra de Dios, aunque haya sido escrita por autores humanos.


Se ofrecen dos líneas de evidencia que apoyan la conclusión de que la Biblia es la Palabra de Dios:

1) la evidencia interna; los hechos hallados en la propia Biblia y la propia afirmación de la Biblia concerniente a su origen divino;

2) la evidencia externa; la naturaleza de los hechos dados en la Escritura, que apoyan su carácter sobrenatural.
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